Este 8 de marzo, nosotras, las mujeres de
la Marcha Mundial de las Mujeres, seguimos marchando, resistiendo, y
construyendo un mundo para nosotras, los otros, los pueblos, los seres
vivientes y la naturaleza. Estas acciones continúan enfrentándose a los embates
del paradigma mortal del capitalismo con sus falsas salidas a las crisis y de
una ideología fundamentalista conservadora.
Vivenciamos un crisis del sistema
capitalista, racista y patriarcal que, para sostenerse, impone brutales
“medidas de austeridad” que obligan a nosotras, los pueblos, a pagar por una
crisis que no hemos provocado: son recortes presupuestarios de todos los servicios
sociales, disminución de salarios y de pensiones, estimulo a guerras y avance
de la mercantilización de todas las esferas de la vida. Nosotras las mujeres
pagamos el precio más alto: somos las primeras que seremos despedidas y que,
además de las tareas domésticas más habituales, somos obligadas a asumir las
funciones antes cubiertas por los servicios sociales. Tales medidas cargan el
peso de la ideología patriarcal, capitalista y racista y son expresión de
políticas de incentivo para que volvamos a la casa, que estimulan además el
avance de la prostitución y la venta de las mujeres, el aumento de la violencia
contra nosotras, el trafico y las migraciones.
Denunciamos la continua imposición de
acuerdos de libre comercio, que intentan transformar los bienes comunes como la
salud, la educación y el agua en mercancías, y generar un mercado de
explotación de la mano de obra barata en los países del sur. Rechazamos la
cultura del consumo que va empobreciendo más las comunidades, generando
dependencia y exterminando las producciones locales.
Nos solidarizamos con las mujeres en lucha
en Europa, especialmente en Grecia pero también en Portugal, Galicia, Estado
Español, Italia y Macedonia, que se están organizando para resistir la ofensiva
neoliberal y retrógrada promovida por las instituciones financieras y
políticas, y sus propios gobiernos, a servicio de intereses de las
corporaciones transnacionales. Nos solidarizamos también con todas las mujeres
del sur que enfrentan hambrunas, empobrecimientos, esclavitud laboral y
violencia pero que siguen construyendo su resistencia.
Denunciamos el avance de la militarización
en todo el mundo como estrategia de control de nuestros cuerpos, vidas,
movimientos y territorios y garantía para la neocolonización, el nuevo saqueo y
apropiación del capital sobre los recursos naturales y la manutención del
enriquecimiento de la industria armamentista en frente a la crisis. Constatamos
con temor la amenaza de retorno del militarismo y del autoritarismo como
valores en la sociedad en distintos países alrededor del mundo, como en: el
Medio Oriente, en Tunicia, Libia y Egipto, donde las mujeres y los pueblos
continúan a luchar contra todo tipo de dictadura fundamentalista y por
verdadera democracia; en Palestina donde las mujeres luchan contra el
colonialismo y el sionismo en diversos países Africanos – como en Senegal donde
el gobierno se utiliza de la fuerza del ejercito por intereses electorales, o
en Mali donde grupos armados aterrorizan la populación civil en su lucha por controle
da la región norte; en Honduras, México, Guatemala y Colombia donde hay
procesos de re-militarización; y en diversos países en Asia-Oceanía donde
refuerzan la presencia de las tropas militares de Estados Unidos.
Nos solidarizamos con las mujeres y los
pueblos en resistencia y lucha en todos los territorios que están en guerra,
bajo control militar y en riesgo de serlo, o viviendo los impactos nefastos de
una presencia militar extranjera. A pesar de ello, nosotras las mujeres
continuamos defendiendo nuestro territorio, cuerpo y tierra de la explotación
de los ejércitos regulares e irregulares, estatales y privados.
Denunciamos la estrategia concertada de los
medios de comunicación globalizados que busca revitalizar los dogmas y valores
conservadores y que ponen en riesgo los logros o avances de las mujeres en el
mundo. Se cierran espacios de participación, se criminaliza la protesta, y se
cercea el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Nuestra autodeterminación
reproductiva está amenazada donde la hemos conquistado, como, por ejemplo, en
diversos países de Europa (como en Portugal y España) y de Norte América donde
el aborto es legalizado, pero donde este derecho es atacado en la práctica por
cortes de los presupuestos públicos que tienen como blanco los hospitales y los
servicios de interrupción del embarazo. En muchos otros países, como en América
Latina y varios países de Asia-Oceanía, las mujeres que abortan siguen siendo
criminalizadas, como en Brasil, Japón y Vanuatu. En México se legaliza el aborto
en el Distrito Federal y se criminaliza en el resto del país. En Honduras, la
píldora contraceptiva de emergencia ha sido prohibida. En Nicaragua, el aborto
mismo en situaciones de riesgo de vida para la madre o de violación se
convierte en un delito a través de una Reforma Constitucional. Rusia sigue su
ejemplo con la mujer del presidente al frente de campañas para prohibir el
aborto en cualquier situación. Grupos auto-intitulados “pro-vida” defienden en
realidad la muerte de las mujeres, nos insultan y a las profesionales de salud
en Norte América, presionan en parlamento para rever la ley en Sudáfrica e
impiden cualquier discusión en Pakistán.
Nos solidarizamos con todas las mujeres que
continúan luchando y enfrentando los embates de la policía, los servidores
públicos y de la justicia injusta, así como a las que enfrentan la violencia en
su contra.
Frente a estas situaciones, estamos en las
calles, tenemos alternativas y las estamos viviendo. Reiteramos que seguiremos
fortaleciéndonos desde nuestros cuerpos y territorios en resistencia y defensa
de los mismos, profundizando nuestros sueños de transformaciones estructurales
en nuestras vidas y ¡marchando hasta que todas seamos libres!
Llamamos a la articulación de nuestros
movimientos y a las alianzas con los otros movimientos, pues solo así
construiremos un mundo en libertad.
ecoportal.net
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