En este casi medio siglo de democracia, la prensa ha resistido todos los
afanes y propósitos para adocenarla. La lucha más intensa ñla que no se ve,
pero que se expresa con mayor crudezañ se ha librado internamente. Ha sido una
larga batalla que se inició con características ideológicas y devino en
intereses grupales y económicos.
Por un lado, los farsantes de siempre, los que han vivido de sueños y
utopías, y de fracaso en fracaso. Para quienes la mediocridad no tiene otra
expresión que la descalificación y la deshonra a quienes sí han sido
emprendedores y exitosos, dentro y fuera de este oficio; por otro lado, los que
se han resistido al chantaje ideológico, moral o de grupo, y han ejercido la
profesión con muchísima humildad pero con sobrada dignidad, algunos de los
cuales han llegado a ocupar las principales posiciones ejecutivas en los
medios.
Y un tercer frente lo componen los empresarios tradicionales o
inversionistas que han irrumpido con mucha fuerza en las últimas décadas
creando, en algunos casos, una peligrosa acumulación de medios y reburujando en
ellos a mansos y cimarrones.
Esta composición de la prensa dominicana ha permitido el surgimiento de un
periodismo independiente que ha ido creciendo y consolidándose con los años,
sobre todo en los medios electrónicos, y en particular a través de los
programas televisivos de alto rating que dominan la audiencia matutina y que no
son propiedad de los dueños de los canales.
Se fueron quedando atrás
Aquellos pontífices del “periodismo sacrosanto”, que durante años
enmascararon una posición ideológica pretendiendo liderar a los comunicadores,
se fueron quedando solos en la medida en que la situación política se fue
redefiniendo, y se vieron obligados a identificar sus simpatías partidarias o
grupales. Las elecciones de 1978 constituyeron el punto de inflexión.
Con la llegada del PRD al poder algunos que ocultaron por mucho tiempo su
adhesión perredeísta o su compromiso personal con Peña Gómez, se quitaron la
careta.
Y comenzó ahí la primera parte de su frustración. Porque ya la “dictadura
yanqui-balaguerista” no era motivo para sus devaneos con la izquierda, y con la
llegada de los exiliados, y la salida de la cárcel de los presos políticos
terminaron las razones para un periodismo frontal que en el camino había
costado la vida a dos referentes de la libertad de expresión, dos verdaderos
mártires del periodismo, Gregorio García Castro y Orlando Martínez.
Si algún liderazgo pudo haber quedado de ese periodismo confrontacional, se
fue diluyendo poco a poco en la misma medida en que sus principales
representantes iban fracasando, uno por uno en todos los proyectos de un
supuesto “nuevo periodismo” que pretendieron poner en práctica. Y la debacle
les llegó en el gobierno de Jorge Blanco, cuando su principal exponente hubo de
irse como embajador de tercera categoría a un pobre país de la región.
Años después, terminado aquel gobierno de oprobio, tuvo que volver con el
rabo entre las piernas, mendigando un empleo en uno de los grupos de
comunicación que tanto criticó y combatió, arremetiendo impiadosamente contra
su propietario. Porque así de irónica es la vida.
Pasaron los años
El tiempo fue pasando y con él fue fortaleciéndose y diversificándose la
prensa dominicana.
Aún predominan los grandes grupos, esos que aquellos pontífices llamaron
siempre “el gran capital”, pero la realidad es distinta.
Se han formado equipos de periodistas con muchísimo talento que se han
desarrollado con absoluta independencia y libertad. Porque el pastel hoy no
está tan limitado. Hay organizaciones que ya cuentan hasta con 15 y 20 buenos
periodistas, a quienes pagan salarios justos que les permiten vivir
decentemente; sin riquezas, pero sin apremios. Y esas organizaciones por sí
mismas han llegado a producir hasta 13 horas de televisión y radio para lo que
necesitan una sólida estructura administrativa y financiera.
No son periodistas adocenados ni obedecen a ningún partido ni a ningún
grupo. Y si pertenecieran, tienen legítimo derecho a ello; el mismo derecho que
tienen estos amargados y frustrados del éxito ajeno. Que se creen con derecho a
ser de Hipólito y hasta lo asesoraban, pero que les niegan ese mismo derecho a
los que estaban con Danilo. O que ellos entienden que estaban con Danilo.
La prensa dominicana nunca como ahora había tenido tanta independencia.
Tanta tiene, que hasta permite que gente como esa siga ejerciendo con toda
libertad y con todas las garantías que se merece. Esa es la diferencia.
La misma diferencia que constituye la presencia de un hombre como Leonel
Fernández en el poder, que les ha permitido que en su enceguecida frustración y
envidia le insulten a él y a su familia. Porque Leonel cree en esa libertad.
Ojalá que Danilo piense igual, porque ahora tendrán que chuparse ese cajuilito.
Por lo menos otros cuatro años.
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