miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Economías emergentes o emergidas?


Ramón A. Pérez Fermín
  Crecí en una comunidad política que con el ejemplo y la tolerancia intelectual de Joaquín Balaguer, demostró que los mejores intereses de las naciones, no están asociados a las parcelas de donde provengan las ideas políticas.
  Mientras muchos de los que a la sazón le adversaban, quemaban sus energías denostándole y calumniándole, el presidente Balaguer abrazó la reforma agraria, punta de lanza del discurso político de la revolución cubana.
  A partir de ahí los dominicanos empezamos a aprender que estigmatizar propuestas, por el simple hecho de no coincidir con la ideología de quien la vierte, constituye una torpeza propia de los fanáticos y de los menos agraciados intelectualmente.
  Quienes minusvalorizan el compactamiento de latinoamérica con adjetivos calificativos de malicioso y pernicioso, por el simple hecho de que sus principales abanderados han sido el Presidente Lula y el presidente Chávez, rostros tipificantes del socialismo en la región, incurren en un gran error.
  Técnicamente, un país con una economía emergente podría definirse como el que exhibe un ascenso rápido de sus parques industriales, de sus infraestructuras, sus exportaciones, en fin un crecimiento agilizado de su economía en sentido general.
  El crecimiento sostenido de muchos países, de manera particular los latinoamericanos, hacen que me pregunte si la aplicación del concepto “economías emergentes” no ha devenido en un subterfugio para doblegar el autoestima y frenar el avance en la calificación mediática de muchas naciones.
  Preguntas tan básicas como ¿hasta cuando hay que mantener el crecimiento para emerger? O por ejemplo ¿cuál es el mínimo necesario y quien así lo estableció para hacer el “cross over” hacia la cima del mundo económico propagandístico? Latinoamérica en promedio ha crecido en los últimos 40 años más que los referentes e íconos de la economía mundial.
  La robustez que exhibe Brasil que quizás junto con India y China son los países económicamente en boga, se basta por sí mismo; mas le cuesta de manera importante extirpar de los juicios de muchos eruditos de los mercados, los calificativos de emergentes y tercermundistas.
  México así como Singapur y Rusia son estandarte de economías en crecimiento vertiginoso y sostenido, más al igual que los previamente resaltados, son estereotipados con idéntica suspicacia.
  Los ejemplos de Chile, Polonia, Uruguay, Argentina, República Dominicana y Perú por mencionar sólo algunos, constituyen el punto de partida de una corriente de pensamiento económico-político que plantea que las naciones de mayor incidencia en los mercados globales, apelando a una estrategia de manejo discrecional de las estándares que rigen los mercados, han censurado eufemísticamente el listado de los países emergidos.
  El desempeño económico de las llamados países líderes de la economía mundial en la crisis que actualmente nos afecta, contrapuesto con los llamados emergentes, deja muy mal parados los primeros, toda vez que no sólo los resultados macroeconómicos han sido sustancialmente mas deficientes, sino que la disparidad en el “performance” de estas economías ha sido tan acentuada, que los segundos se vieron conminados a partir del riesgo latente de un default sistemático globalizado, a poner a disposición de los llamados a “rescatar”, recursos financieros ascendentes a decenas de billones de dólares para palear el déficit de estos.
  Latinoamérica y Asia son una realidad geo-económicante emergida ya que el crecimiento que han exhibido es inocultable y su peso específico en la economía mundial quedará evidenciado en la nueva composición del esquema políticoeconómico que se avecina.
  En la comunidad latinoamericana debemos romper con el complejo de creernos menos de lo que significamos y en vías de consecuencia avanzar como los orientales, en pro de apuntalar un modelo redistribuido de la incidencia y el impacto de las regiones en los mercados financieros globales, en donde “el continente de la esperanza” obtenga el espacio que le corresponde y no el que otros quiera asignarle. 

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